miércoles, 24 de agosto de 2016

Cultura plagiaria

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 24 de agosto de 2016

Hoy iba a escribir de otro tema pero… surgió ya el próximo gran escándalo que cimbrará al gobierno del Enrique Peña Nieto:el plagio en su tesis.

O no. Quizá el escándalo se quede sólo en eso: junto con la Casa Blanca, el depa de Miami, las acusaciones de estar detrás del crimen de los 43 de Ayotzi o el ridículo que hizo con los 132.

El hecho es que casi una tercera parte de su tesis de licenciatura, que obtuvo en la Universidad Panamericana bajo la dirección de Eduardo Alfonso Guerrero Martínez, hoy magistrado del Poder Judicial de la Ciudad de México (y quien al parecer dirige decenas de tesis cada año), fue plagiada. Y ni el director ni los sinodales del examen se percataron de ello, o se hicieron de la vista gorda.

Mucha gente ha comentado sobre los aspectos éticos y políticos del tema. Uno de los afectados, Enrique Krauze, ha declarado en su revista Letras Libres que “Se trata (…) de un trabajo hecho con irresponsabilidad académica (…), en el que se entreveran líneas y páginas extraídas de autores diversos, debidamente citados, con otras páginas y líneas que carecen de la necesaria adjudicación(…). La proporción de estas últimas es considerable e inadmisible”. La Universidad Panamericana, por su parte, afirma que su Facultad de Derecho va a “revisar lo concerniente” a la tesis de Peña Nieto. El columnista de Milenio Gil Gamés avizora que el daño a la imagen del presidente servirá de pretexto para echar atrás una muy urgente reforma educativa. Y lo más preocupante: el vocero de la Presidenciaminimiza como “errores de estilo” el plagio, mientras que el Secretario de Educación Aurelio Nuño, responsable de la actividad que debiera construir el futuro de nuestra abollada nación (y quien suena como aspirante a la presidencia en 2018) esquiva el tema diciendo que “hay cosas mucho más importantes”, amén de dudar del hecho y afirmar que a la Secretaría de Educación Pública no le corresponde investigarlo.

Se recuerda también que en 2011 el ministro de defensa de Alemania Karl Theodor zu Guttenberg renunció a su cargo tras descubrirse que plagió el 20% de su tesis; que en 2012 el presidente húngaro Pál Schmitt hizo lo mismo por haber plagiado partes de la suya, y que en 2013 la ministra de educación alemana, que según se reveló había plagiado parte de su tesis de doctorado, tuvo que presentar también su dimisión.

Pero me parece especialmente interesante, por académico, el enfoque que le da el periodista Esteban Illades al asunto en un artículo en Nexos: en México ha habido en años recientes varios escándalos por plagio académico, entre los que destacan el del ex-Coordinador de Humanidades Difusión Cultural la UNAM, Sealtiel Alatriste, y el del investigador en humanidades Boris Berenzon. Illades señala que la cultura académica y de investigación científica en México –igual que en otras partes del mundo–, ha privilegiado, de manera nociva, la cantidad sobre la calidad, y esto –junto con nuestra cultura de “el que no transa no avanza” y “el que no es cabrón es pendejo”, añado yo– fomenta, naturalmente, la tendencia a usar cualquier recurso, incluyendo el plagio, para cumplir con las cuotas.

Evaluar la investigación, sea ésta en ciencias naturales, sociales o humanidades, es un problema complejo. Las universidades y los organismos como el Conacyt, que otorgan el apoyo económico que se requiere para realizar esta actividad, base del progreso de una nación, tienen que evaluar de algún modo, para repartir sus apoyos y verificar que sean fructíferos. Ante la dificultad de una evaluación cualitativa, se opta por la cantidad: número de tesis, de egresados, de artículos publicados, eficiencia terminal (número de años que tardan los alumnos en titularse) y demás.

La tendencia, ya criticada desde hace décadas, ha llegado al grado de que muchos posgrados nacionales llegan a aceptar trabajos mediocres de tesis con tal de permitir que los alumnos obtengan el grado, pues si no se cumple con el requisito de eficiencia terminal del Conacyt, se pierde la certificación como “posgrado de calidad” y la posibilidad de recibir becas (lo que, para todo fin práctico, aniquila a dichos posgrados). Esto, sin mencionar la presión a la que están sometidos los asesores de tesis y sinodales de grado, que muchas veces optan por la vía irresponsable de no revisar tan concienzudamente como debieran (o, simplemente, no revisar) los trabajos que pasan por sus manos.

Illades retoma una propuesta publicada en Nexos en 2015, donde se proponía que todo el sistema educativo, universitario y de investigación en México adoptara un compromiso explícito contra el plagio, así como métodos, reglas, criterios y sanciones para detectarlo y castigarlo.

Más allá de las implicaciones y consecuencias del plagio individual de Peña, urge retomar en nuestro país el estándar de honestidad intelectual sin el cual toda actividad académica se desmorona.

Eso, o hundirnos aún más en el tercermundismo del que alguna vez creímos estar saliendo.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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3 comentarios:

alicia dijo...

Con disculpas pero difiero de esta “visión” que se ha vuelto lugar común entre muchas personas que aunque trabajan cerca de la actividad científica, no llevan a cabo tareas de investigación. La exigencia de generar conocimientos (y lograr buenas publicaciones), dar clases y formar profesionistas (de licenciatura y posgrado) es alta en los sistemas científicos (léase universidades, sistema nacional de investigadores). Sin embargo, la evaluación académica no la hacen máquinas registradoras de números. La llevan a cabo cuerpos colegiados que la mayoría de las veces (siempre habrá quienes no hagan bien la tarea), dedican un buen tiempo a contar –en efecto-, los productos pero también los revisan detalladamente. Leen los informes cuidadosamente y si no todas, también leen una selección de publicaciones y revisan el tipo de arbitraje que cada producto tuvo. Verifican que las tesis reportadas como concluidas, estén acompañadas de comprobantes de que los exámenes de titulación y de grado en efecto se llevaron a cabo (tesis que son revisadas por jurados formados generalmente por 5 personas y de acuerdo a mi experiencia en la UNAM y la Universidad de Guadalajara, los sinodales si leemos cuidadosamente cada tesis y trabajamos muy de cerca con los estudiantes). En fin, detrás de la revisión por pares del trabajo científico y de las evaluaciones en las universidades, estamos seres humanos quienes hacemos estas tareas con seriedad y gran responsabilidad. Aunque no todo es perfecto desde luego. Se dan casos de plagio como se ha mencionado en este artículo y de trampas inadmisibles (el maquillaje de más de 10 artículos de investigación de un hijo del ex-rector Soberón en donde hubo mínimas sanciones). Pero con los defectos que puedan tener, el sistema científico de nuestro país no está perdido en ninguna galaxia y me parece que la gran mayoría de quienes laboramos en él, lo hacemos con una buena carga de responsabilidad social. Gracias y saludos. Alicia Castillo

Martín Bonfil Olivera dijo...

En efecto, salvo excepciones el sistema funciona bien a nivel de las universidades y las revistas científicas. No tanto a nivel del Conacyt y el SNI, que miden solo cantidad, y la calidad la hacen equivalente al factor de impacto, lo cual es muy dudoso.

Saludos.

alicia dijo...

Te cuento mi experiencia. Después del doctorado, mi CV tenía cero publicaciones científicas, todo era divulgación de la ciencia. Metí mis papeles al SNI hace cerca de 18 años explicando cuáles eran mis objetivos como investigadora que trabajaría en temas ambientales y de comunicación científica. La carta que recibí decía que no tenía edad para ingresar como candidato a investigador, ni la producción científica para entrar el nivel 1. Pero (hacía venía en la carta) que lo que yo buscaba hacer era muy importante y por lo tanto me daban tres años en la categoría de candidato para arrancar mi carrera como investigadora. Desde entonces, en cada evaluación que me han hecho, siempre he recibido “buenas notas” de quienes me evalúan. Siempre he visto que son académicos (y no máquinas, insisto) que revisan cuidadosamente lo que cada investigador presenta. Y mi producción es muy diversa, no solamente artículos en revistas internacionales de “alto” impacto sino también capítulos de libro y productos de divulgación, además de docencia y formación de estudiantes. Como dije en mi comentario anterior, hay que conocer lo que pasa por dentro y no solamente continuar promoviendo lugares comunes (ensalzados por personas ajenas o que no se informan de lo que sucede adentro de las instituciones). Más saludos, alicia