miércoles, 9 de noviembre de 2005

La ciencia como cultura

Noviembre 9, 2005
La ciencia como cultura
La ciencia por gusto - Martín Bonfil Olivera

Si aceptamos la definición de cultura como el conjunto de productos de la actividad humana, resulta que todo es cultura. Y si todo es cultura, la idea de que hay que “fomentar la cultura” resulta un poco absurda.

Por ello conviene adoptar una definición más limitada, que reconoce que pueden existir diversas “culturas” relacionadas con las distintas áreas de la actividad humana. Habría así cultura musical o del deporte, cultura mexicana y cultura francesa. Y, por supuesto, cultura popular y “cultura culta”, a la que normalmente nos referimos cuando pensamos en institutos de bellas artes o en consejos y secretarías de cultura.

Se acepta que esta cultura debe difundirse entre la población. En primer lugar porque no está difundida: se supone que la mayor parte de los ciudadanos no tiene acceso a ella. Y en segundo, porque se trata de un producto valioso de la actividad humana que nos permite enriquecer nuestra existencia y nos produce disfrute. (En cambio, a la cultura popular hay que “defenderla”, pues aunque está presente en todos los pueblos, tiende a desaparecer para ser sustituida por culturas importadas a través de la televisión y otros medios de penetración cultural.)

Desde este punto de vista, se puede entonces hablar de una “cultura científica”: el conocimiento de la ciencia, sus métodos, su manera de pensar y la visión del mundo que nos proporciona.

¿Quiénes debieran tener una cultura científica? Los científicos, por supuesto, pero no sólo ellos: la cultura científica no debiera estar restringida a quienes se dedican profesionalmente a la ciencia, sino que tendría que formar parte de la cultura general de toda la población.Las razones son muchas. Algunas son prácticas: la ciencia es nuestra fuente más confiable de conocimiento acerca de la naturaleza. El conocimiento científico nos permite no sólo entender el mundo que nos rodea, sino también modificarlo e intervenir en él con un alto grado de éxito. La aplicación de este conocimiento ha mejorado el nivel de vida de los ciudadanos a un grado que no ha logrado ninguna otra concepción del mundo o vía de conocimiento. Una cultura científica resulta indispensable para que el ciudadano no científico comprenda cabalmente el mundo actual y pueda darle sentido a los constantes avances científicos y tecnológicos que cada día transforman nuestras vidas. Y no sólo eso: a través de ella, los ciudadanos podemos también responsabilizarnos sobre el rumbo que tome la ciencia y la manera en que se aplique. La democratización del conocimiento científico es otra de las ventajas de una cultura científica popular.

Pero hay razones más abstractas para fomentar una amplia difusión de la cultura científica entre la población general. Y curiosamente, son muy similares a las que impulsan a todas las otras formas de difusión cultural. ¿Por qué, por ejemplo, hacemos exposiciones de pintura y escultura, funciones de danza o teatro, editamos libros de literatura o poesía? Simplemente porque son manifestaciones de la creatividad humana valiosas en sí mismas que hacen que nuestra vida sea más rica, y porque los ciudadanos merecen y tienen derecho a tener acceso a ellas.Aunque por desgracia muchas veces se piensa que la cultura científica se opone de alguna forma a la cultura artística y humanística, lo cierto es que tanto el arte y las humanidades como la ciencia, como formas de cultura, nos dan más opciones a la hora de pensar, actuar, decidir y comprender nuestras vidas.

El pasado lunes, la Universidad Nacional Autónoma de México entregó los estímulos con los que anualmente reconoce la labor de sus académicos destacados. Entre ellos, dos divulgadores científicos fueron reconocidos en el área de creación artística y extensión de la cultura. Uno de ellos fue el ingeniero José de la Herrán, quien recibió el Premio Universidad Nacional por una labor de décadas dedicada a poner la cultura científica y tecnológica al alcance de todos. El otro fue un servidor, que tuvo el honor de recibir la Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos. Ambos reconocimientos señalan un logro importante: la aceptación de la cultura científica como parte de la amplia labor de difusión cultural, parte de las labores sustantivas de la universidad nacional y de nuestros valores nacionales. Desde aquí comparto mi satisfacción y mi renovado compromiso con esta gozosa labor.

mbonfil@servidor.unam.mx

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