miércoles, 14 de diciembre de 2005

¿Orgasmos inútiles?

La ciencia por gusto
Martín Bonfil Olivera

¿Orgasmos inútiles?

14-diciembre-05

Los científicos a veces hacen preguntas extrañas, como la que titula esta colaboración. Parecería tonto preguntar para qué sirve el orgasmo... al menos, el masculino. Y es que en los hombres el reflejo orgásmico está ligado a la eyaculación (aunque no necesariamente). En otras palabras, desde el punto de vista biológico el orgasmo masculino es indispensable para que exista la fecundación; sin él, la reproducción sería imposible.

¿Y qué hay del orgasmo femenino? Para los sexólogos no es gran misterio, una vez que quedó claro que depende fundamentalmente del clítoris (el famoso orgasmo vaginal promovido por Freud como el único digno de una mujer madura resultó ser esencialmente un mito). Pero para el biólogo evolutivo representa un verdadero enigma.

El orgasmo femenino no es necesario para la fecundación. ¿Cuál es entonces su utilidad evolutiva? ¿Cómo surgió, y para qué? Se han ofrecido distintas explicaciones, algunas ingeniosas (quizá el orgasmo femenino favorece la ovulación), otras más o menos obvias (el orgasmo hace que la mujer disfrute el sexo y por tanto promueve la reproducción) y otras un tanto forzadas (el orgasmo, que a veces se produce durante el parto, ayuda a relajar los músculos de la mujer durante este complicado proceso).

El problema es que ninguna resulta satisfactoria. La ovulación no está ligada al orgasmo; las mujeres pueden gustar del sexo con o sin él, y la relación con el parto es poco convincente. Para colmo, las estadísticas muestran que la distribución del orgasmo femenino es bastante variable: un 25% de las mujeres afirman siempre tenerlo durante el coito; un 75% lo tienen algunas veces, y un 25% nunca lo presenta. ¿Cómo puede algo útil evolutivamente presentarse con tanta irregularidad?

Este año la bióloga Elisabeth Lloyd publicó un libro sobre el tema (The case of female orgasm) en el que presenta la tesis del biólogo Donald Symons de que el orgasmo femenino es simplemente un producto secundario de la evolución del orgasmo masculino. El libro ha ocasionado acaloradas discusiones entre las feministas, pero también entre los biólogos (y biólogas) evolucionistas.

La idea es que tanto el pene como el clítoris derivan de las mismas estructuras embrionarias. La evolución del pene, con sus abundantes conexiones nerviosas y su capacidad para producir el reflejo orgásmico, tiene un alto valor adaptativo (favorece la supervivencia de quienes lo presenten, es útil evolutivamente). Su existencia se explica claramente. Según Symons, es posible que la capacidad orgásmica del clítoris, evolutivamente innecesaria, sea simplemente consecuencia de su origen embrionario: cuenta con el cableado necesario para producir orgasmos porque se deriva del mismo tejido que el pene.

La idea de que el orgasmo femenino sea simplemente un producto secundario de la evolución del pene y el orgasmo masculino es políticamente muy incorrecta. Muchas feministas han acusado a Lloyd de traidora, de intentar someter nuevamente a las mujeres al dominio masculino, y muchas otras tonterías.

Por otro lado, muchos evolucionistas no aceptan la idea de que todas las características de un organismo deban necesariamente tener una utilidad evolutiva, un valor adaptativo. Abundan ejemplos de características inútiles, simples productos secundarios de la evolución. El color rojo de la sangre, por ejemplo, es consecuencia de su composición química, en particular del hierro que requiere para transportar oxígeno. La sangre no podría ser de otro color; su tono no es una adaptación. Otros ejemplos son las tetillas, esos inútiles pezones de los hombres, o el vello púbico. ¿Qué función útil para la supervivencia pueden cumplir?

En su libro, Elisabeth Lloyd acusa a los biólogos evolutivos de estar prejuiciados: al exigir un valor adaptativo para el orgasmo femenino, favorecen la idea de que, como no parece tenerlo, es una especie de anormalidad, de rareza evolutiva. Pero si se rechaza el adaptacionismo y se acepta que el orgasmo puede ser simplemente un premio fortuito que la evolución concedió a las mujeres, su valor cultural queda en relieve.¿Quién hubiera pensado que una cuestión tan íntima -y placentera- como el orgasmo de las mujeres se convirtiera en un punto importante de una disputa teórica sobre la evolución? A veces, la interacción entre ciencia y cultura (y feminismo) produce discusiones inesperadas.

mbonfil@servidor.unam.mx

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