miércoles, 6 de septiembre de 2006

Fox: sexenio fallido

Milenio Diario
6 de septiembre de 2006

Es difícil hallar, incluso entre quienes votaron por él, a quien todavía esté dispuesto a hablar bien de Vicente Fox. Las promesas de campaña resultaron fallidas.

El “sexenio del cambio” deja una secuela de daños: desilusión, narcoviolencia, descontento social, instituciones vulneradas (especialmente las electorales) y la sensación de que volvimos a los tiempos en que el poder, por los medios que fuera, podía decidir un proyecto de nación por encima de la voluntad de los electores. Ni siquiera en lo que supuestamente sabía hacer, crear empleos, se logró un avance: los datos publicados ayer por MILENIO Diario así lo muestran (879 mil nuevos empleos, de los cuales 73% son eventuales, contra 2 millones 535 mil en el sexenio de Zedillo, con sólo 17% de eventuales).

En ciencia y cultura la catástrofe es peor. Fox mostró con hechos que para él la cultura es un área básicamente inútil, de ornato, en la que vale la pena invertir sólo en términos de imagen pública. La megabiblioteca José Vasconcelos, ese mamut decorativo, es el mejor símbolo.

No extraña por ello el veto a la Ley del Libro. Fox argumenta que la propuesta de precio único “impide la libre competencia… en detrimento del consumidor”. Visión comercial y miope que considera al libro como una mercancía más, equivalente a los zapatos o los tornillos, y para la que resulta inconcebible anteponer la cultura al sacrosanto libre mercado.

La ley había sido larga y arduamente consensuada entre autores, editores, impresores, libreros y distribuidores. El precio único habría eliminado la injusta desventaja de las librerías pequeñas frente a grandes distribuidores que obtienen descuentos a costa de presionar a los editores (que aumentan sus costos para resistir). Permitiría que cualquier lector comprara libros a precio justo en cualquier parte del país. Aunque Estados Unidos, Canadá o Estonia no tienen precio único, sí lo tienen Alemania, Francia, España, Dinamarca, Japón, Argentina…

La misma actitud mercantilista, que privilegia al mercado y los empresarios por encima de todo, fue patente en la política científica de Fox. El presupuesto para ciencia y tecnología, en vez de aumentar, disminuyó, y al frente del Conacyt se puso a un administrador que prefirió facilitar fondos públicos a las empresas en vez de fortalecer la investigación pública.

En resumen, un desastre. Quizá nos lo merecemos.

mbonfil@servidor.unam.mx

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