miércoles, 6 de diciembre de 2006

Contra el fraude científico

Martín Bonfil Olivera
Milenio Diario, 6 de diciembre de 2006

Como comentábamos aquí la semana pasada, la ciencia a veces causa desconfianza debido a su poder, y al peligro que ese poder mal aplicado puede representar. Pero también puede perder credibilidad debido a los fraudes científicos.

El más reciente es el protagonizado por el sudcoreano Woo Suk Hwang, quien en 2004 saltó a la fama por ser el primero en lograr obtener células madre embrionarias humanas por medio de clonación. Hwang confirmó su fama, y el supuesto poderío de la biología molecular de su país, al clonar por primera vez a un perro y reportar en 2005 la obtención de 11 líneas de células madre en cultivo que provenían de pacientes con enfermedades inmunitarias, diabetes y otros padecimientos.

La debacle llegó a finales del mismo año, cuando salieron a la luz varios escándalos: primero, se descubrió que Hwang había pagado a colaboradoras suyas para que donaran óvulos para su proyecto de investigación. El hecho, éticamente cuestionable aunque no ilegal, fue negado enfáticamente en un primer momento.

Posteriormente se cuestionó la validez de algunas figuras clave de sus trabajos, lo que puso en duda la honestidad de los investigadores y la veracidad de sus datos. Hwang fue destituido y enjuiciado, y sus artículos (publicados en la revista estadounidense Science) fueron retirados, lo que en ciencia equivale a un desmentido. El fraude propinó un fuerte revés a la percepción pública de la investigación con células madre, de por sí polémica.

¿Cómo evitar que, en el salvajemente competitivo ambiente científico, –“publica o perece”, reza la ley no escrita– florezca el fraude? La semana pasada, el editor en jefe de Science, que junto con la inglesa Nature es una de las dos más influyentes revistas científicas del mundo, comparte las conclusiones del comité de expertos que analizó el caso de Hwang. Entre otras cosas se recomienda, para evitar futuros fraudes, establecer comités especiales para revisar artículos polémicos o poco usuales, y hacer más estrictos los controles de calidad –revisar las imágenes, los datos originales, etc. – antes de aceptar los artículos.

El resultado será algo parecido a los controles de seguridad que hoy se sufren en los aeropuertos: muchas más molestias a cambio de más seguridad, aunque no absoluta. El precio, según Science, vale la pena: conservar la confiabilidad de la ciencia.

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