miércoles, 16 de mayo de 2007

Latinoamérica científica

Martín Bonfil Olivera
16 de mayo de 2007

Viajar ilustra, ni duda cabe. Este columnista regresa de la décima Reunión de la Red de Popularización de la Ciencia y la Tecnología en América Latina y el Caribe (Red-POP), en la bella San José de Costa Rica, a la que asistimos 180 comunicadores de la ciencia de 20 países, predominantemente latinoamericanos.

Además de compartir experiencias, pude apreciar, con admiración y envidia (de la buena: la que nos hace aspirar a ser mejores) la alta apreciación por la ciencia y la tecnología que hay en muchos de estos países. Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Colombia, Nicaragua, Venezuela y tantos otros, que enfrentan problemas económicos iguales o peores que los nuestros, tienen sólidos esfuerzos, apoyados por sus gobiernos, para mostrar a sus ciudadanos la importancia de la ciencia y la técnica para el progreso social.

Lo que más llamó mi atención fueron las acciones concretas, el provecho que estos países están sacando de la relación múltiple que puede establecerse entre naturaleza, ciencia, tecnología y sociedad. Hay gran interés por los temas ambientales, y se generan recursos y conciencia social a través, por ejemplo, de la creación de reservas biológicas o parques nacionales, y del popular ecoturismo (para el que Costa Rica, mientras protege sus abundantes bellezas naturales, se ha convertido en destino obligado).

Los ticos también han sabido sacar provecho de sus riquezas a través de la biotecnología, colaborando con instituciones estadunidenses mediante convenios que protegen su patrimonio biológico y permiten aprovecharlo para beneficiar al país. A través de instituciones como el Centro Nacional de Alta Tecnología (CENAT), Costa Rica ha establecido un sistema científico-tecnológico-industrial provechoso y adaptado a sus necesidades.

Un ejemplo: el astronauta estadunidense-costarricense Franklin Chang Díaz, más allá de haber colaborado con la NASA desde 1980, se ha convertido en un verdadero icono del progreso nacional para sus compatriotas. Cualquier taxista en San José lo conoce, y puede explicar que actualmente está trabajando en la elaboración, en Costa Rica, de un motor magnético de impulso por plasma (¡en serio!) que podría reducir un viaje a Marte de diez meses a sólo cuatro.

Caray... ¿por qué se queda uno con la sensación de que en México estamos desperdiciando la oportunidad de hacer cosas como éstas? No hay duda: viajar ilustra.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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