jueves, 13 de noviembre de 2008

El mercaptano del terror

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en
Milenio Diario, 12 de noviembre de 2008

Lo que nos faltaba a los chilangos. A sólo dos días de que un avión cayera en pleno Polanco, matando a sus tripulantes y a otras 40 personas que simplemente se encontraban en el lugar y momento equivocados, ocurre en la misma zona un nuevo incidente que causa alarma: una fuga del gas etilmercaptano, que obligó al desalojo de alrededor de al menos dos mil personas. El temor era comprensible, pues aunque el etilmercaptano es inofensivo a bajas concentraciones, tiene un fuerte olor “a gas”.

En realidad, el gas no huele a nada: lo que huele a gas es precisamente el mercaptano. La razón de que todos asociemos el olor del mercaptano con las fugas de gas se remonta a una tragedia ocurrida en 1937 en el poblado de New London, Texas.

En marzo de ese año, la New London School, una escuela rica de una región petrolera, sufrió una fuga del gas que utilizaba para su calefacción. Una chispa encendió la mezcla de gas y aire: la explosión causó, según testigos, que las paredes se abombaran y el techo de la escuela saltara momentáneamente por los aires para volver a caer sobre el edificio, cuya ala principal quedó destruida. Murieron alrededor de 300 niños.

El gobierno de Texas decidió buscar una solución al riesgo de las fugas de gas, y ordenó que de ahí en adelante se adicionara con mercaptanos. Así, cualquier fuga podría ser detectada con facilidad. La idea se extendió rápidamente por todo el mundo, y es por ello que el olor que se propagó por una amplia zona alrededor de Polanco el pasado jueves causara pánico.

Los mercaptanos o tioles son compuestos químicos muy similares a los alcoholes, pero en vez de oxígeno tienen azufre. Su nombre deriva del término latino mercurium captans, “que captura mercurio”, pues dicho metal se une fácilmente a estas moléculas. El etilmercaptano o etanotiol, que es el que normalmente se usa para dar olor al gas, es relativamente inofensivo a bajas concentraciones, aunque en dosis altas puede ser tóxico. El olor en Polanco se debió a un tambo lleno de la sustancia que alguien dejó abandonado y abierto en un terreno perteneciente a una empresa vidriera.

No hubo pues gran riesgo, pero sí miedo. Queda la duda de si, como se insiste tanto respecto a la muerte de Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, se trató sólo de otro “accidente”.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

El olor de los zorrillos también es un mercaptano. Si mal no recuerdo, el isobutil mercaptano.

Rodrigo Solís dijo...

coño, nuevamente está de moda el DF en materia de tragedias y "accidentes".