miércoles, 26 de marzo de 2008

Acariciar al fantasma

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 19 de marzo de 2008

El escritor de ciencia ficción Larry Niven creó un personaje llamado Gil Hamilton, un detective del siglo 21 que, tras perder un brazo, descubre que posee un “brazo fantasma” con el que puede mover cosas, golpear maleantes y atravesar paredes.

En la realidad, el fenómeno de los miembros fantasma es menos fantástico, pero igual de sorprendente. Se trata de la sensación, que experimentan de 50 a 80 por ciento de quienes han sufrido una amputación, de contar todavía con el miembro perdido. Puede manifestarse como comezón, movimientos involuntarias del miembro fantasma, o incluso calambres y dolores. Un problema para quienes lo padecen.

No está completamente claro qué causa los miembros fantasma. Se pensaba que se debían a que los nervios del muñón seguían enviando impulsos al cerebro, pero las investigaciones del neurólogo Vilayanur Ramachandran, de la Universidad de California en San Diego, han mostrado que se deben más bien a una reorganización cerebral que ocurre luego de la amputación: las neuronas de las áreas de la corteza que recibían impulsos del miembro amputado comienzan a “invadir” áreas vecinas que responden a señales de otras partes del cuerpo.

Por ejemplo, la parte de la corteza que corresponde a la cara está cercana a la dedicada a las manos, por lo que al recibir un estímulo en la mejilla, un paciente amputado podría tener sensaciones en su miembro fantasma.

Recientemente, Ramachandran encontró (New Scientist, 20 de marzo) una sencilla e inesperada terapia para tratar el dolor en miembros fantasma: el masaje. Obvio, pero ¿cómo masajear un miembro inexistente? La respuesta: a través de las neuronas espejo.

Resulta que estas células cerebrales, que se activan cuando uno realiza alguna acción física, pero también cuando observa a otro realizarla, y que nos ayudan a interpretar las acciones de los demás (se las considera fundamentales para la imitación, el aprendizaje y la empatía), permiten que un paciente con dolor sienta alivio al observar a otra persona darse masaje en su extremidad correspondiente.

¿Extraño? Quizás, pero Ramachandran halló que es útil para algunos pacientes amputados que presentan un miembro fantasma molesto. Gracias a las neuronas espejo, si no pueden usar su miembro fantasma como Gil Hamilton, al menos pueden evitar que les cause molestias.

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miércoles, 19 de marzo de 2008

Ciencia, ¿para qué?

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 19 de marzo de 2008

Ayer 18 de marzo, la expropiación petrolera que dio origen a Pemex cumplió 70 años.

En 1938, el país entero se unificó para defender su patrimonio y hacer lo necesario para aprovechar nuestra riqueza petrolera. Se reconoció que, si no teníamos la capacidad científica y técnica para manejar la industria petrolera, había que desarrollarla. La Escuela Nacional de Química Industrial (fundada en 1916, hoy Facultad de Química de la UNAM) aportó los primeros ingenieros químicos, que se multiplicaron cuando la carrera se abrió también en el Instituto Politécnico Nacional, creado en 1936 para contribuir al ideal cardenista de reconstrucción nacional.

La expropiación fue un reto mayúsculo para los ingenieros químicos mexicanos. Hubo accidentes, fracasos y mucho aprendizaje. Pero el conocimiento del que se carecía se desarrolló, fortaleciendo la industria petroquímica y logrando que el petróleo llegara a ser la principal fuente de ingresos del país. En 1965, y para seguir contribuyendo a la investigación básica y aplicada relacionadas con la extracción y refinación, se creó el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) como un “organismo descentralizado de interés público y preponderantemente científico, técnico, educativo y cultural”, cuya función sería “buscar la independencia científica y tecnológica en el área petrolera”.

¿Qué panorama tenemos hoy? Más allá de los graves problemas de corrupción e ineficiencia sindical, burocrática, hacendaria y legislativa, vemos que el proyecto del IMP ha sido abandonado, al igual que la investigación científica y tecnológica petrolera de avanzada. Un día logramos ponernos al nivel mundial. Hoy el discurso oficial es de fracaso adelantado: en vez de desarrollar tecnología propia, se nos presenta como única alternativa recurrir a la extranjera. Y se plantea que para ello hay que hipotecar la riqueza petrolera.

¿Podría ser diferente si invirtiéramos en la misma ciencia y tecnología que permiten que otros países sean hoy los que venden, dominan y se enriquecen? No lo sabremos a menos que haya un cambio drástico de rumbo.

Mientras tanto, la presencia de estudiantes en un campamento guerrillero da pie para que se lance un ataque despiadado contra la UNAM y en general contra la educación pública. No sólo no entendemos para qué sirve la ciencia, ni sabemos utilizarla: hoy la despreciamos. Si seguimos así, un triste destino nos espera.

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miércoles, 12 de marzo de 2008

Espiar los sueños

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 12 de marzo de 2008


En su película Hasta el fin del mundo (1991), Wim Wenders imagina un aparato que permite visualizar lo que otra persona ve o ha visto, incluso sus sueños.

Y es que, a diferencia de los impulsos nerviosos que van de los ojos al cerebro, la experiencia de ver algo es un estado mental, no un proceso fisiológico. Nuestros ojos y cerebro ven, pero la sensación subjetiva de ver la experimenta nuestra mente.

Por eso, hasta ahora, la única forma de saber lo que alguien está viendo “en su cabeza” —o lo que está soñando— es que nos lo diga. Esta subjetividad de las experiencias mentales ha sido un gran obstáculo para las psicoterapias y, en general, el estudio de la mente.

Pero quizá eso cambie. La revista Nature acaba de publicar un estudio del grupo de Jack Gallant, de la Universidad de California, que constituye un primer paso en el desarrollo de lo que él llama un “decodificador visual general”: una máquina para saber lo que una persona ve, a partir no de lo que dice, sino de la activación de distintas áreas de la corteza visual de su cerebro.

Gallant realizó experimentos con dos voluntarios a los que se les mostraron mil 750 imágenes (fotografías “naturales”, no formas geométricas simples), al tiempo que se registraba, por resonancia magnética, qué áreas cerebrales se activaban. Con estos datos, se generaron modelos de computadora que podían reproducir los patrones de activación cerebral a partir del estímulo visual.

Luego se utilizaron los modelos para predecir qué respuesta cerebral se produciría si se mostraran otras 120 imágenes (distintas) a los mismos sujetos. Finalmente, se mostraron esas 120 imágenes a los voluntarios, y se registró qué áreas de sus cortezas visuales se activaban.

Lo asombroso es que, comparando sólo estos datos con las predicciones del modelo computarizado, ¡se logró identificar qué imágenes estaban viendo los sujetos! El margen de aciertos, con uno de los voluntarios, fue de 92 y 72 por ciento para el otro (adivinando al azar, se esperaba menos del uno por ciento de aciertos).

Con este avance, es posible que algún día podamos ver las imágenes que alguien más está pensando. Esto podría funcionar para confirmar la efectividad de psicoterapias y auxiliar a personas que han quedado inmovilizadas sin poder comunicarse… y quién sabe, quizá hasta para atisbar en los sueños del ser amado.

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miércoles, 5 de marzo de 2008

¡La cultura evoluciona!

por Martín Bonfil Olivera
Publicado en Milenio Diario, 5 de marzo de 2008

Hasta hace poco, la expresión “evolución cultural” no era más que una bonita metáfora. Para Carl Sagan, la cultura es una adaptación que permite al ser humano sobrevivir cambios repentinos en su ambiente ante los cuales la evolución biológica (genética) sería demasiado lenta.

Y el biólogo Richard Dawkins habla de que, si el genotipo es la información genética y el fenotipo es la expresión de esos genes (es decir, la anatomía y función de los seres vivos), el fenotipo extendido serían aquellas adaptaciones útiles para la supervivencia que no forman parte del cuerpo de los organismos, pero son producto (indirecto) de sus genes. ¿Ejemplos? L
os panales y hormigueros que construyen abejas y hormigas (vean la "catedral" hecha por termitas que aparece en la foto); las curiosas presas de los castores; los nidos de las aves; las herramientas primitivas que usan algunos primates… y todos los productos de la tecnología y la cultura humanas.

Sin embargo, muchos especialistas en ciencias sociales han rechazado el concepto de evolución cultural, pues la analogía les parece excesiva: opinan que la cultura humana es demasiado compleja e impredecible como para obedecer leyes darwinianas.

Pero un reciente artículo de Deborah Rogers y Paul Ehrlich, aparecido en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences y descrito como “revolucionario”, muestra que la selección natural afecta directamente la velocidad con la que cambian los productos culturales.

Rogers y Ehrlich estudiaron las características de las canoas de 11 culturas de las islas polinesias a lo largo del siglo XX. Compararon 96 características “funcionales”, importantes para la navegación (forma, material, ensambles, accesorios), y 38 decorativas o simbólicas (pinturas, grabados, símbolos religiosos…).

Utilizando las mismas técnicas que los biólogos usan para medir el cambio de los caracteres de los seres vivos y reconstruir su evolución, descubrieron que las características de las canoas que influyen en la supervivencia de los isleños (pues las usan para pescar, en guerras y migraciones) evolucionan más lentamente que las características simbólicas, que no afectan la supervivencia.

¡La selección natural controla el diseño de las canoas, frenando cambios que pudieran perjudicar su eficacia! Seguramente la mano de Darwin también se deja sentir, aunque no lo notemos, en el fenotipo extendido del orgulloso humano occidental y moderno.

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