martes, 23 de febrero de 2010

Cerebro y mente

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en
Milenio Diario, 24 de febrero de 2010

Si uno de los principales logros científicos del siglo XX fue descifrar las bases moleculares de la vida, el reto que definirá al XXI será comprender los mecanismos sutiles del funcionamiento cerebral. Éste será el siglo del cerebro.

Entender al cerebro, sano o enfermo, ayudará a prevenir o combatir males como Parkinson y Alzheimer, esquizofrenia, depresión, autismo y tantos otros desajustes de la función cerebralES.

Pero más allá de su mero funcionamiento, el enigma más fascinante del cerebro humano es cómo esa masa de más o menos kilo y medio de tejido nervioso (con entre 50 y 100 mil millones de neuronas, unidas entre sí en una intrincada red con más de mil billones de conexiones) puede dar origen a la mente y, sobre todo al “yo”: la sensación subjetiva de ser, de existir. A la conciencia. O, usando otra terminología, al alma.

La hipótesis más obvia (y más ingenua), refinada por René Descartes en el siglo XVII, es que el cerebro es sólo un órgano que sirve de asiento al alma inmaterial, un espíritu que, en consonancia con las tradiciones religiosas, constituye la esencia de la persona.

Esta postura filosófica, llamada dualismo, presenta varios problemas. Primero, en realidad no explica qué es el alma; sólo la da por supuesta. Segundo, presenta un obstáculo insuperable: ¿cómo podría una entidad inmaterial, espiritual, intangible por definición (el alma), ejercer influencia alguna sobre una entidad material (el cerebro), por ejemplo para lograr que movamos un brazo? Y tercero, pero no menos importante: lejos de ser una explicación natural del enigma de la conciencia, el dualismo recurre a suposiciones sobrenaturales, lo cual va en contra del espíritu (ejem) de la ciencia (que es por necesidad naturalista; de otro modo, cualquier explicación mística, y por tanto no comprobable de forma experimental, sería válida: hacer ciencia sería imposible).

Pero en las últimas décadas, nuevos métodos para estudiar el cerebro vivo, junto con avances en neurofisiología, computación y hasta en filosofía de la mente han permitido generar modelos todavía rudimentarios, pero esencialmente coherentes, de cómo el cerebro, en su inmensa complejidad y a través de procesos en paralelo y en múltiples niveles, puede generar esa sensación de “pienso, luego existo” que llamamos “yo”. El dualismo, el alma inmaterial, no es ya una hipótesis necesaria. El alma existe, pero no es una esencia, sino un fenómeno emergente del cerebro.

Hoy a las 10:00 am se inaugura la sala “El cerebro, nuestro puente con el mundo” en Universum, museo de ciencias de la UNAM. Título dualista, pero contenido de calidad. Vale la pena conocerla para saber más sobre éste, el objeto más complejo del universo.

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miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Engaño al Ejército?

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en
Milenio Diario, 17 de febrero de 2010
En todos lados hay charlatanes. Algunos, esotéricos, venden (todos los charlatanes venden algo) ángeles u horóscopos. Pero otros se presentan como científicos y distorsionan la ciencia mezclándola con ideas como telepatía, vibraciones, "fenómeno ovni”, armas que causan terremotos o cualquier otra locura. Claro, siempre a cambio de dinero.
Pero en todos lados hay, también, comunicadores dedicados a combatir la desinformación y el analfabetismo científico. Se denominan “escépticos”, y son la peor pesadilla de los charlatanes seudocientíficos.
Pues bien: un amigo a quien no conozco en persona, pero con quien comparto ideas e información por internet, el biólogo, escritor de ciencia ficción y prolífico bloguero escéptico Andrés Tonini (http://lonjho.blogspot.com), ha estado circulando interesante información sobre un fraude tecnológico cometido contra la Secretaría de la Defensa Nacional... y respecto al cual prácticamente ningún medio ha comentado nada.
Consiste en un aparatejo llamado GT200, anunciado como un “detector molecular” capaz de localizar a distancia todo tipo de sustancias: explosivos, drogas, marfil… ¡y hasta trufas! Consta de una “pistola” con una antena móvil y una caja donde se insertan tarjetas “programadas” para cada sustancia. No requiere pilas ni corriente, pues supuestamente usa la electricidad estática generada por la respiración del usuario. La antena gira (ver video), como por arte de magia, para apuntar a la sustancia buscada. Sus fabricantes, la firma inglesa Global Technical LTD, afirman que, aunque puede sustituir a los perros entrenados, no funciona como el olfato, sino gracias a “detección electroquímica” o “paramagnética” (lo cual, por supuesto, no tiene sentido alguno).

En realidad se trata de un fraude bien conocido. El GT200 y otros aparatos similares (Quadro QRS 250G, ADE 651, DKL LifeGuard) han recibido demandas y prohibiciones en Estados Unidos y otros países avanzados, luego de comprobarse que no son más que una versión moderna del antiguo e inútil método de localizar agua con una varita de zahorí (radiestesia o dowsing, en inglés). No antes, por desgracia, de que varias agencias investigadores cayeran en el garlito y gastaran cantidades importantes en adquirirlos para buscar, por ejemplo, drogas en escuelas o explosivos en operaciones militares.
Pero se siguen vendiendo a ejércitos y agencias de gobierno… de países como Nigeria, China, Líbano, Arabia Saudita... Y México. En efecto: en 2008 la Sedena adquirió 300 detectores GT200 (en unos 350 mil pesos cada uno: un total de al menos 105 millones). Y los ha usado, dice, con buenos resultados (según reportan varios medios). El problema es que se sabe que dichos detectores no funcionan ni pueden funcionar.
Por si fueran pocos los problemas que causa el narcotráfico en México, quienes lo combaten caen presa de charlatanes y del autoengaño. Si la guerra contra el narco se va a basar en varitas mágicas, el problema va para largo.
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miércoles, 10 de febrero de 2010

Charlatanes y homofobia

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en
Milenio Diario, 10 de febrero de 2010

La tarea periodística es inevitablemente compleja: obtener información confiable, verificar fuentes, garantizar que lo que se publica tenga sustento… no es difícil algún error ocasional.

La semana pasada MILENIO Diario retomó dos notas relacionadas con la orientación sexual (“Estabilidad de parejas gay, menor a 18 meses” 4 de febrero, y “Homosexuales padecen trastorno psicológico”, 5 de febrero) que se presentaban como sustentadas en investigaciónes científicas serias, pero que en realidad son ejemplos de la propaganda más burda de organizaciones religiosas que buscan imponer sus muy particulares prejuicios.

La fuente de ambas notas es la misma: el “Instituto Mexicano de Orientación Sexual Renacer”, en realidad una fachada de la ultraconservadora organización católica “Courage Latino”, subsidiaria de “Courage International”. Su página web la describe como “un apostolado de la Iglesia Católica conformado por una comunidad espiritual de hombres y mujeres que sufren por su condición de Atracción al Mismo Sexo no deseada”. La Wikipedia añade que "busca atender a personas con deseos y atracción homosexuales y animarles a vivir en castidad absteniéndose de actuar de acuerdo con sus deseos sexuales”.

Se trata, pues, de una de esas organizaciones que buscan “curar” la homosexualidad, o al menos combatirla, siguiendo lo indicado por el Catecismo de la Iglesia Católica: “Las personas homosexuales están llamadas a la castidad”. Lo cual puede ser válido, para algunos, pero no cuando se invoca falsa evidencia científica de cosas como la poca duración de las parejas gays (este columnista ha disfrutado de 17 años de estabilidad, más los que faltan) o la concepción de la homosexualidad como enfermedad.

E investigación científica seria sobre el tema no falta. Una búsqueda somera revela cantidades amplias de buenos trabajos, muy pocos de los cuales sostienen los prejuicios religiosos. Un acucioso estudio que resume más de cien artículos de investigación sobre el tema, desde 1957 hasta 2005, y que es distribuido por la Organización Psicológica Estadunidense (ya magistralmente comentado por Carlos Puig en Milenio Diario, 9 de enero) muestra, por ejemplo, que los hijos de parejas homosexuales no sufren de identidad sexual confusa (saben perfectamente sin son hombres o mujeres), su comportamiento de género es coherente (no se comportan como miembros del otro sexo) y su orientación sexual (homo, hetero o bisexual) no se ve afectada por la de sus padres.

El estudio concluye: “En resumen, no hay pruebas que sugieran que las lesbianas o los homosexuales no sean aptos para ser padres, o que el desarrollo psicosocial de los niños de lesbianas o gays se vea comprometido en relación con el de los hijos de padres heterosexuales. Ni un solo estudio ha identificado que los hijos de lesbianas o gays estén en desventaja en algún aspecto significativo en relación con los hijos de padres heterosexuales”

Lo cual no quiere decir, por supuesto, que no pueda haber casos de hijos de parejas homosexuales que sufran discriminación, como reportó Milenio el pasado 2 de febrero. Pero es muestra más de lo urgente que es combatir los prejuicios sociales contra las minorías, no de haya que limitar sus derechos.

Es muestra de la hipocresía de la iglesia católica el que quiera presentar sus prejuicios como ciencia, al tiempo que sostiene creencias trasnochadas como que en México se realizan cinco exorcismos diarios.

¡No se vale!

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viernes, 5 de febrero de 2010

Razón y buena vida

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

Publicado en
Milenio Diario, 3 de febrero de 2010

Si la vida humana tiene algún sentido, éste probablemente tenga que ver con lo que los filósofos (por ejemplo el gran Fernando Savater) llaman la buena vida: aquella que nos permite ejercer nuestra libertad personal para buscar alegría, bienestar, crecimiento y realización sin causarnos daño a nosotros mismos ni a otros.

Y lo que vale a nivel personal, vale también a nivel social: distintas civilizaciones han buscado, y en algunos casos han logrado, algún avance para permitir que sus ciudadanos se acerquen a vivir esa buena vida. “El objetivo de la política —dice Savater en su clásico Ética para Amador— es el de organizar lo mejor posible la convivencia social, de modo que cada cual pueda elegir lo que le conviene”.

Una de las herramientas más poderosas para lograrlo es eso que nos distingue de las otras especies con quienes compartimos el planeta: el pensamiento racional.

A través de la racionalidad los humanos podemos tomar decisiones que, en general, suelen ser más acertadas que las basadas en criterios como impulsos emocionales, prejuicios o dogmas. El método de la razón se basa, precisamente, en lo que el científico Marcelino Cereijido (La ciencia como calamidad, Gedisa, 2009) llama “las reglas del tener razón”: apelar a evidencias, pruebas, argumentación lógica, discusión racional y consenso entre especialistas.

La ciencia es, junto con la filosofía, el ejemplo más refinado de pensamiento racional. Es un método destilado y perfeccionado durante siglos. Sin embargo, como apuntara el famoso biólogo francés Jacques Monod en su también clásico El azar y la necesidad, la ciencia, con su compromiso para entender la realidad física, no puede marcar una finalidad para la vida humana.

¿Quiere esto decir que ciencia y racionalidad nada aportan a la búsqueda de la buena vida? Por el contrario: al tratar en una sociedad cuestiones como el reconocimiento de las minorías a contar con los mismos derechos que todos los ciudadanos nos damos cuenta de la importancia de que la discusión se base no en dogmas, creencias ni prejuicios, sino en argumentos racionales sólidos… y cuando sea pertinente, en conocimiento científico confiable. Como el que muestra que el matrimonio y la adopción por parejas gays no tienen por qué perjudicar a una sociedad moderna.

Al parecer, el gobierno federal, incluyendo a su titular y a la PGR, ignoran lo anterior. Su prioridad no es buscar la buena vida para sus ciudadanos, sino proteger los dogmas de su religión. Qué lástima.

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