miércoles, 13 de noviembre de 2013

La ciencia ciudadana

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 13 de noviembre de 2013

El Dr. Ruy Pérez Tamayo, en la inauguración
del portal Ciencia que se Respira
Durante más de un siglo, la ciencia ha sido una actividad especializada que sólo puede realizar quien haya recibido un entrenamiento de élite, durante varios años.

Al mismo tiempo, la ciencia ha desarrollado instituciones y mecanismos para garantizar la calidad, el desarrollo académico y la estabilidad laboral de los científicos: congresos y seminarios, revistas especializadas, el sistema de arbitraje por colegas (o “pares”), becas y apoyos para realizar investigación, plazas académicas, reglas éticas y sanciones para quien las viole, etcétera.

Pero hoy vivimos en la era del internet y las redes sociales. Las reglas están cambiando. Y el cambio perturba la paz de la torre de marfil científica… lo cual no necesariamente es malo.

Un ejemplo reciente es el caso del joven estadounidense Jack Andraka, de 16 años, quien luego de la muerte de un amigo cercano de la familia a quien consideraba su tío, desarrolló un método novedoso y barato para diagnosticar cáncer de páncreas.

Según lo describe él mismo en una entrevista publicada en Milenio Diario, para hacerlo comenzó a leer en internet (“Google y Wikipedia”) todo lo que pudo, para entender el problema. Autoenseñándose, se adentró en la literatura académica hasta encontrar una base de datos de 8 mil proteínas relacionadas con el cáncer e identificar una proteína (la mesotelina) que podría servir como indicador para detectar el cáncer pancreático. De ahí, leyendo artículos científicos en línea, logró concebir su sensor, que utiliza “papel y nanotubos de carbono”. Escribió a 200 investigadores para solicitar su apoyo en el desarrollo del proyecto, y luego de 199 rechazos, uno lo ayudó.

Andraka se queja en la entrevista de que muchos de los artículos que necesitaba leer no son accesibles para el público general y requieren un pago (que puede ser de cerca de 400 pesos). “Esto hizo muy difícil mi investigación, no podía conseguir artículos que necesitaba”, comenta.

El logro de Andraka, un simple estudiante, un ciudadano que logra superar obstáculos para hacer una investigación e insertarse en el mundo de la ciencia académica puede considerarse una muestra de cómo internet está hoy permitiendo a los ciudadanos participar en esta empresa.

Otro ejemplo son los proyectos llamados de “ciencia ciudadana”, en los que investigadores ponen sus datos a disposición del público general y le piden ayuda para clasificarlos, ordenarlos, estudiarlos y abreviar así notoriamente el tiempo que necesitarían para hacerlo ellos mismos. El caso emblemático es el portal Galaxy Zoo, donde más de 150 mil personas han ayudado a clasificar 50 millones de fotos de galaxias… labor titánica que hubiera llevado años sin la participación ciudadana.

Hoy hay proyectos similares para clasificar plantas, insectos, y para colaborar de otras formas en investigaciones sobre clima, arqueología y más.

El lunes pasado se presentó en México un importante proyecto de ciencia ciudadana: el portal Ciencia que se Respira (www.cienciaqueserespira.org), auspiciado por el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). En él, los ciudadanos podremos informarnos y participar en la investigación de primera línea que ahí se realiza (sí: en los Institutos Nacionales de Salud se realiza investigación de primera, como debe ser en todo hospital que se respete) por medio de encuestas, el uso de redes sociales y de programas (“aplicaciones”) que pueden descargarse en el teléfono celular. Gracias a ellas, podremos proporcionar valiosa información respecto a nuestra salud respiratoria, hábitos, la contaminación en la ciudad y otros temas, que será usada por los investigadores para producir nuevo conocimiento que ayude a mejorar la salud de los mexicanos.

Ciencia que se Respira, y otros proyectos de ciencia ciudadana (como la Agenda Ciudadana, consulta promovida recientemente por la Academia Mexicana de Ciencias), no sólo ayudan a los científicos: involucran y empoderan al ciudadano para acercarse a la ciencia, haciendo que aprecie su importancia y disfrute la emoción de colaborar en ella.

Como dice el lema del portal del INER, “la ciencia la hacemos todos”. En el siglo XXI, esto comienza a ser una realidad.

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2 comentarios:

Sandra Arcos Reyes dijo...

Hola Martín. Por cierto, dicho portal recibió una cantidad de recursos importantes para su puesta en marcha, de parte del Conacyt en la convocatoria de apoyo a proyectos de comunicación pública de la ciencia. Abrazo

Luis Martin Baltazar Ochoa dijo...

Excelente situacion. Es bueno saber que hay beneficios de internet y redes sociales, al involucrarse en ciencia; porque solo se habian revisado los perjuicios, concretamente al influir en publicaciones cientificas.

¿El proyecto SETI o uno de esos, no era tambien de "coperacha"?

Saludos.